Soy tan ignorado que nadie sabe mi nombre. Incluso en
ocasiones no se dan cuenta de mi presencia. Soy, si es que esto es ser, el
triste y olvidado bigote de un perro pequeño, peludo y risueño que hace de su
vida una pobre historieta en donde cuadro a cuadro persigue la misma pelota
azul cuando se confunde con otra amarilla que es su favorita. Nunca se me dijo
qué esperar de la vida, pero francamente tenía una idea personal mucho muy
diferente a lo que vivo todos los días. Para empezar, tengo muy poca autonomía.
Voy a todo lugar menos a donde quiero ir. Los únicos momentos que he aprendido
a apreciar como diversión son los chapuzones en el agua cuando el perro tiene
sed y mete el hocico al traste de agua para tomar de éste un poco. Me molesta de
sobremanera el ir arrastrando cosas que se han quedado pegadas en mí por culpa
de su curiosidad a la hora de salir al patio.
Realmente me he dado cuenta de que no les importo. Una vez
incluso fui cortado sin consultarme. Imagínense tener unos diez centímetros de
largo y que en un segundo te mutilen hasta unos penosos 2 centímetros. Nunca
volví a ser el mismo.
Creo que hasta yo he olvidado mi propio nombre, y prefiero
no intentar recordarlo para no traer con esa memoria un par de cosas que no
quiero tener en mi cabeza.
Hay una cosa más que me gustaría agregar. El patán con el
que vive el perro al que estoy pegado tiene un pasatiempo que veo un tanto interesante. Se la pasa con una cosa que él llama “instrumento”, y creo que es lo
único que no me desagrada de su persona pues me gusta escuchar cuando está con ese
aparato. El único inconveniente que le veo es que en ocasiones no nos deja dormir ni al perro ni a mí (otra seña de su desinterés por los demás). Hay días en los que no hace nada más que perder el tiempo en su computadora, y hasta que ya es hora de dormir se le ocurre usar su "guitarra". Últimamente utiliza una que tiene 5 cuerdas, pero sus cuerdas son mucho más gruesas que las de la guitarra que normalmente usa. Además mueve mucho la cabeza cuando está con esa cosa. Creo que es lo único que no me desagrada de él puesto que lo que hace con ese instrumento me relaja o me anima. De cualquier manera, me hace olvidar quién soy.
Bueno; sin más que comentar, excepto que sabrán más de mí porque
se me ha brindado la oportunidad de poner aquí lo que pienso de vez en cuando, me despido.
Soy el bigote de Cocó y hasta aquí he llegado hoy.