En un segundo me derrumbo, y a veces siento la necesidad de
pedir perdón por cosas que no he cometido. Con una canción se me va la vida y
con otra la recupero, como si mi frágil existencia se valiera no por sí misma
sino por los sonidos que me transmiten algo. Como si éstos fuesen el viento y
las brisas con las que una pluma o alguna hoja marchita cállese poco a poco
hasta tocar suavemente la tierra. En los momentos donde pruebo el sabor amargo
de mi propia impotencia y no sé ni dónde
está mi cabeza (¿Será porque no tengo?) hay dos cosas que disfruto escuchar
tanto como imaginar que no soy yo. Una de ellas es la canción con la que se
exacerbe mi propia emoción. La otra se trata de todo lo contrario. La pieza que
me de una sensación completamente opuesta a la que estoy sintiendo.
Uno de los grandes ejemplos que recuerdo en mi vida como
bigote ha sido, y creo que será, una pieza compuesta de una particular forma.
Hay un video que más o menos explica la manera en que los músicos de Tool se la
ingeniaron para engendrar un monstruo de pasiones fuertes y emociones bastante
controladas al mismo tiempo. Contraste que me hizo apreciar más la canción de
manera muy específica, pero también toda su obra. Técnicas en las que emplean el uso de las matemáticas para construir sus canciones, como la Sucesión de Fibonacci.
Donovan (2006), “Is Anyone Listening?”, "the
thinking person's metal band. Cerebral and visceral, soft and heavy, melodic
and abrasive, tender and brutal, familiar and strange, western and eastern,
beautiful and ugly, taut yet sprawling and epic, they are a tangle of
contradictions."
No comments:
Post a Comment